domingo, agosto 08, 2010

Travesía de verano MMX - 4



Amanece de nuevo. ¿Por qué cada amanecer resulta tan evocador? ¿Quizás porque cada uno es original, único?

Tras la movida nochecita hay que tener mucha fe en que el parte va a acertar. El pronóstico de una media de 8 nudos de viento y olas de menos de 1 metro hacen que no haya motivos para no reanudar nuestra travesía hacia el Norte.

Arranchamos todo y nos disponemos a soltar amarras. Una vez fuera del puerto llamamos al CN El Campello, por si suena la flauta. Nos dicen que es imposible darnos amarre y que no reservan, por lo que decidimos seguir hasta Villajoyosa. Por radio, una y otra vez no hay respuesta.

Proseguimos viaje, pensando que quizás el Cabo Huerta hace de pantalla e impide la comunicación.

Una vez librado, volvemos a intentarlo y esta vez nos responden del Club Náutico La Vila diciéndonos que tienen sitio pero que no reservan, que llamemos cuando estemos más cerca.

Apenas se ven embarcaciones en todo el horizonte, por lo que no parece que alguien se nos vaya a adelantar y optamos por disfrutar de la navegación.

Aun así, no perdemos la vigilancia para comprobar que ninguna se dirige hacia Villajoyosa. Hace un día precioso y mientras unos van tumbados, otros comprueban la progresión en la carta y otros se turnan a la caña. Apenas hace viento y el poco que llega es de proa. Dejamos la mayor fuera, aunque es testimonial.












Apetecería fondear para pegarse un baño pero no sabemos si existe riesgo de que se nos adelanten y nos pisen el amarre, por lo que decidimos seguir a destino.



A 3 millas de la bocana, volvemos a llamar al CN La Vila y nos vuelven a responder lo mismo: que no reservan hasta que no estemos en la bocana. "Pero si nos están viendo, si no hay nadie más...". Pero no, normas son normas. Es un poco desconcertante, porque si te dicen que no hay, pones rumbo hacia otro sitio y, si les aseguras que vas a ir, mucha mala leche has de tener para no ir y no avisar.

Comprendemos que el puerto es pequeño, uno pesquero reconvertido, y apenas tiene instalaciones, aunque el pueblo, con sus casitas de colores, y el entorno son de lo más entrañable.

Nada más saltar al pantalán, el mayor de los peques hace la observación de que tiene el dedo gordo de uno de los pies hinchado. Quizás se le infectase el día anterior con un corte en la playa. Al menos, eso parece. Ante la posibilidad de que vaya a más, decidimos llevarlo a que lo vea un médico cuando terminamos de comer, por lo que la madre lo lleva al hospital (por cierto, moderno y grande) mientras el padre se hace cargo del resto.

El diagnóstico final es: da igual el motivo, que se tome antibiótico y se le pasará la infección.

En nuestra línea de cenar temprano, nos vamos a un italiano que después se llenó a rebosar. Tan familiar como recomendable.

Mañana seguiremos ruta.

La enana decide dormir en el salón con su hermano, por lo que se le van agotando las posibilidades de dormir con alguien nuevo cada noche.

Vamos tomando las medidas del espacio. Cada vez nos sentimos mejor a bordo y el cansancio hace que cada noche durmamos mejor.

Y así lo vi(vi)ó "la competencia":






sábado, agosto 07, 2010

Travesía de verano MMX - 3




Amanece en la Marina de Alicante. El parte nos da la razón en quedarnos en puerto. Como ya teníamos previsto un día de descanso, no nos supone un problema.

El viento, las olas y los chirridos de los pantalanes flotantes durante toda la noche hacen pensar que hoy habrá mar de fondo.

Nos ponemos los bañadores y cogemos lo necesario para pasar el día de playa. Como es sábado, evitaremos El Postiguet, donde seguramente habrá que pedir sitio para poder extender la toalla, del colapso. El año pasado fuimos a Muchavista y nos gustó tanto que queremos repetir.
Son las 10:48. Nos acercamos a la taquilla del trenet en Puerta del Mar.

Hay cola y trato de sacar un bono de 10 en el expendedor automático. Lo máximo que me da con tarjeta son 9 individuales y no me aplica la tarifa de descuento. Trato de anular los billetes que he solicitado (y por dos veces, porque parecía que se había bloqueado la máquina), pero salen los 18 billetes (y me los carga en la VISA). Para intentar hacer la devolución y como no tengo ni idea de cómo funciona el trenet ni los horarios, decido esperar la cola tranquilamente. Tampoco sé si los niños pagan, desde qué edad, si podría acceder a un bono de 10 con relativa facilidad y sin morir en el intento...
A las 10:58 me toca el turno. Me atiende un bigotes que parece que no hubiera tenido una satisfacción en su vida. Me aclara que los billetes son sólo de ida, que para la vuelta son diferentes. Cuando estoy preguntándole a partir de qué edad pagan los niños, da media vuelta, se sale de su garito y se pira. No había nadie que lo sustituyera. Mi cara de tonto sólo debió de cambiar cuando uno de los niños me dijo: "Papi, ¿qué le has dicho para que se vaya tan triste?".
No entendía nada. Pensé que le había dado un apretón y decidí esperar. Pero a los 5 minutos comprendí que la espera no tenía sentido y traté de buscar información escrita. Encontré un cartel donde ponía que a las 11:00 empezaba una huelga los fines de semana (¡qué puntual el bigotes, a las 11:00:00,00 dejó su puesto). Sólo había servicios mínimos y el siguiente tren llegaba 40 minutos más tarde.

Ahora sí que me quedé con cara de idiota: con 18 billetes que no sabía si servían para algo y en mitad de la estación.
Con la complicidad del taquillero, que seguía sin volver ni, por tanto, atender a "su" público, empecé a ingeniármelas para colocar los 18 billetes entre los aspirantes a viajero. Con mi labor de relaciones públicas (el que tuvo, retuvo) uno a uno fui vendiendo los billetes: dos alemanes, tres italianas, una pareja de ingleses y el resto de sudamericanos, "para el tren de las 11:40" les decía mientras pensaba para mí que como no llegara el tren eran muchos como para evitar el linchamiento.

Cuando me quiero dar cuenta, se están haciendo publicidad entre ellos: "no, no hay taquilla, pero este chico te vende un billete". Y así acaban hasta el último billete. Pienso que si todo sale bien les he hecho un servicio y me ha servido para sacar dinero del cajero, que me venía bien.

Cuando ya voy a volver al expendedor automático a sacar nuestros cinco billetes (en realidad, no necesitábamos más que cinco), aparece mi amigo el bigotes y le pregunto si me puede vender un bono de 10, lo compro con las moneditas que he recibido de la concurrencia (creo que tengo más dinero del que pagué) y nos encaminamos al andén.

Con el trasbordo de rigor, nos ponemos a buscar por la ventanilla la primera playa que nos guste. ¡Carrabiners!. Nos bajamos y nos dirigimos a la orilla.

Mientras hacemos castillos en la playa, en varios momentos del día recibo saludos de gente que, paseando por la arena, me reconoce como "el vendedor de billetes del trenet". Vaya. La popularidad que uno busca cuando está en un sitio desconocido.

Cuando ya nos hemos hartado de correr olas en la playa, y habiéndonos asegurado de no coger el trenet de vuelta más tarde de las 18:00, en que volvían los paros, regresamos al puerto.

Un día lleno de anécdotas para recordar y habiendo aprendido el oficio de taquillero, por si vienen malos tiempos.

La verdad es que seguía habiendo olas y donde mejor podíamos estar era en puerto. Tras un arroz como sólo lo saben preparar en Alicante, nos fuimos a dormir a bordo del YULUKA. La peque, como decía que le tocaba dormir con su hermano mayor, hizo frente de pelirrojos y a su camarote se fue... hasta el día siguiente.

A media noche me alegré de dormir en la bañera, porque al barco de al lado se le habían amollado las amarras y estaba golpeando contra el pantalán. Las afirmé y, viendo las barbas del vecino cortar... Sigo pensando que no es normal que todo se mueva tanto en un puerto. Esos pantalanes flotantes...

Aunque no fue un día "náutico", también la cronista redactó su bitácora particular.


viernes, agosto 06, 2010

Travesía de verano MMX - 2



El amanecer en Marina Miramar es estupendo. Siempre lo es.

Largamos amarras temprano, para que nos dé tiempo a ir a la playa por la tarde en Alicante. Tenemos previsto pasar un par de días para disfrutar de la ciudad.

Salimos con un viento de proa que, hasta librar el Cabo, nos obliga a hacer un par de bordos. En uno de ellos, sufrimos la primera de las dos pérdidas de la travesía: una de las manivelas de los winches acabó en el agua. Es amarilla y de plástico, con el mango azul, por si alguien la encuentra ;-)

La vista de la Isla de Tabarca nos trae los buenos recuerdos de la última travesía de Semana Santa.

Con un través llegamos a la bocana del puerto de Alicante. Cuando estuvimos la última vez, el año pasado, un amigo nos dijo que nos habíamos equivocado eligiendo el RCR de Alicante y nos sugería, para la próxima, ir a la Marina de Alicante. Así lo hacemos: pedimos amarre y nos dicen que, antes de nada, hay que abarloarse al muelle de espera y hacer papeles. Nos indican el punto que deberemos ocupar y nos dirigimos hacia él.

Para nuestra sorpresa, todos los pantalanes son flotantes y chirrían por todas partes. Entre esto y la cercanía de los locales de copas, intuimos que la noche será larga. Al menos, estamos más cerca de la playa que en el RCR. Algo es algo.

Cogemos bocatas para comer y, sombrilla en ristre, nos encaminamos hacia la playa de El Postiguet. Como siempre, estaba llena de gente y con olas, lo que hace la delicia de chicos y grandes. Es una playa divertida, la verdad.

A la vuelta nos pegamos una ducha y nos preguntamos qué razones habría para recomendarnos este puerto. Las duchas son muy escasas para la demanda que hay. Lo hacemos saber en la oficina del puerto y nos dicen que hay otras cuyo acceso es mediante llave codificada que, si queremos, y que podemos usarlas previo pago de la fianza. Lo hacemos y algo mejora, pero no lo suficiente como para recomendar el puerto.

La chica de la oficina, además, muy amablemente nos comenta que el punto que nos han concedido es el más ruidoso del puerto ("y ya es decir" pienso para mis adentros) y nos sugiere cambiarnos, cosa que le agradecemos. Aunque ya estábamos duchados y "guapos" (dentro de los límites obvios), nos dedicamos a cambiar el barco.

Un poco mejora pero, la verdad, eso de pantalanes flotantes, con el levante que se estaba levantando (valga la rebuznancia), hace que el barco se mueva mucho. El acceso al velero se hace mediante finger, pero yo sigo prefiriendo cómo sujeta un buen muerto a proa.

Suerte que somos de "buen dormir", porque el chunda chunda de la noche termina pasadas las 6 de la mañana.

La peque decide dormir de nuevo con su hermana, aunque rezongando.

Y así lo vio la narradora de excepción:



jueves, agosto 05, 2010

Travesía de verano MMX - 1



Jue 5 Puerto Tomás Maestre – Santa Pola

Nos disponemos a hacer la travesía más larga todos juntos. Ya sé que para la mayoría de la gente, hacer una singladura de 40 millas no supone ningún esfuerzo pero, en nuestro caso, la logística tiene que estar muy bien calculada en función de nuestra tripulación. Por tanto, aparte de las vituallas típicas de cualquier travesía y de los juegos que van permanentemente estibados a bordo del YULUKA, se han incluido lápices de colores, papel para dibujar o escribir, libros adecuados a las distintas edades y, por primera vez, a los mayores se les ha permitido llevar sus reproductores MP4. Para ello, acabamos de instalar tomas de mechero y USB en los camarotes. Sirven para los ventiladores a 12 V. que hemos comprado para evitar el calor nocturno.

Los días previos se siente la incertidumbre de la meteo, de que nada falle. En la verificación, me doy cuenta de que el equipo de viento no marca ni rumbo ni intensidad. Me da rabia, porque en estos años me he acostumbrado a esta ayuda a la navegación. Busco a algún profesional que lo pueda reparar, pero no me pueden atender por las fechas. Este hecho no me puede detener: me hago con un par de trozos de lana, de unos 40 cm y los ato a sendos obenques de babor y estribor. Como en los viejos tiempos. La mente vuela a mi padre, que me enseñó a comprobar la dirección del viento con un simple giro de cabeza.

El día 5, viendo que la previsión es buena y que la singladura no es excesiva, decidimos retrasar la salida al puente de las 11, en lugar del de las 9, como estaba inicialmente pensado.

Los mayores recuerdan sus tareas y las realizan convenientemente: recogida de las defensas, adujado de cabos que no están en uso… Puntualmente salimos por el canal de El Estacio y el viento de costado nos permite ir a unos 5 nudos a vela. Suficiente para llegar a una hora razonable a Santa Pola.

Sé que en poco tiempo pasaremos las almadrabas de San Pedro del Pinatar y hago turnos de vigilancia en la proa. El objetivo es más lúdico que náutico, puesto que la responsabilidad última

no se puede dejar en manos de los grumetes, pero ellos lo desarrollan con celo. Además, voy estrenando el programa Navionics en mi Xperia X10 mini y verifico que está al día en toda la información que va indicando. Desde luego, una gran ayuda.

El vigía de turno realiza su labor con diligencia y va dando cuenta de cualquier detalle digno de interés. Poco a poco el cansancio y el sol van haciendo mella y los hacemos venir a la bañera.

Sé que las primeras horas las van a dedicar a investigar las novedades a bordo.

Y lo hacen: las chicas se han metido en la cabina y, entre otras cosas, descubren un libro de piratas, comprado en Lidl dos semanas antes, que dan a conocer a todos

como el gran tesoro escondido. Lo cogen con entusiasmo y los mayores van leyéndoselo a los pequeños. Parece de calidad.

Entre juegos y risas llegamos a Marina Miramar, donde el trato es exquisito, como siempre. Tras un paseo por la ciudad, descubrimos una pizzería que parece pequeña, hasta cutre, pero cuyas pizzas son del tamaño justo, de masa fina y muy ricas. Volveremos.

Volvemos al puerto y ahí pasamos la noche pensando en la singladura del día siguiente. De los tres camarotes, el de babor lo ocupan las chicas, el de estribor los chicos y el de proa los papás.


...Y así lo vio la tripulante que estuvo todo el viaje haciéndome la competencia escribiendo su propia bitácora: