viernes, agosto 11, 2006

Y cruzamos el puente…


Es 11 de agosto de 2006, festividad de Santa Clara de Asís (un ejemplo de cómo vivir en y con lo esencial a pesar de que podía haber optado por lo contrario). Por primera vez vamos a cruzar el puente de El Estacio en velero.

Está todo previsto para salir en el puente de las 12 de la mañana. Para ello, por prudencia, hemos llegado al barco a las 11:20. Ayer, a la salida, se nos enganchó la guía a la pala del timón y al eje de la hélice y nos tocó bucear para desenredarla, lo que nos retrasó la salida un rato. Ya nunca más nos volverá a ocurrir pero, por si acaso…

Efectivamente, nos sobra tiempo. A las 11:30 ya estamos en el canal de salida. Aún tenemos que esperar media hora, que empleamos en observar al resto de los barcos. ¡Qué bonito es este mundo! El tiempo pasa volando y, de repente, por el canal 9 se oye: “Aquí torre de control del puente de El Estacio, se va a proceder a la apertura”.

En un precioso desfile, veleros de distinto porte, todos ellos majestuosos, van cortando las aguas. Unos, hacia el Mar Menor. Otros, hacia el Mediterráneo. En sus cubiertas, tripulantes con cara de felicidad…

Y llegamos bajo el puente. Parece mucho más grande desde abajo. Por arriba, los coches parados y sus pasajeros que se han bajado a mirar y a saludar a los barcos que pasan. ¡Que pasamos! No hace tanto tiempo, nosotros éramos de ésos. Por eso, comprendemos bien los gestos de sus caras mientras nos miran. Y les saludamos. También a nosotros nos gustaba que nos saludaran los barcos cuando les veíamos pasar…

Por fin, cruzamos el puente. Y todas las balizas del canal, hasta la última. Y vemos el horizonte. El infinito. Y se nos abre el alma… ¡Qué distinto es navegar por mar abierto!

Está revuelta la mar. Las olas rompen contra la amura salpicándolo todo, pero YULUKA sigue adelante, hendiendo las aguas, cual guerrero que, blandiendo su espada va apartándose de los enemigos que le impiden avanzar.

Y nosotros estamos tranquilos. YULUKA nos protege.



sábado, agosto 05, 2006

Navegar con niños


El motivo principal por el que buscábamos un barco como éste, con tres camarotes, es por el número de miembros que componen nuestra familia.

Es cierto que navegar con niños te limita, pero también te permite disfrutar de otras muchas cosas. Al que no lo haya probado, le invito a que lo haga, pues es muy interesante y satisfactorio.

Para empezar, hay que tener cuidado con la seguridad. Cuando las condiciones no son buenas, todos a la bañera y bajo control. Cuando son malas, todos adentro.

Por otro lado, hay que prever entretenimientos, ya que los niños tienden a aburrirse si están con la misma actividad más de veinte minutos seguidos. Juegos, canciones y cuentos son muy adecuados y dan pie a conversaciones que, en otro entorno, no se tendrían.

También baños de vez en cuando, que les permiten moverse, que es lo que les gusta, y quitarse el calor.

Lógicamente, también se les pueden dar trabajos adecuados a su tamaño y preparación: poner y quitar las defensas pequeñas, ponerse a la caña en rumbos que lo permiten, pulsar los botones de los aparatos electrónicos… Pero sin olvidar que el patrón es el responsable de todo lo que sucede a bordo, lo haga quien lo haga.

Hay que estar atentos al clima, ya que son más vulnerables al frío o al calor. Y no rozar el límite en las distintas situaciones, ya que fácilmente les puede dar por jugar a meterle un dedo en el ojo al que lleva la caña, por poner un ejemplo, y pasar así un rato.

Pero, en definitiva, si me preguntan, prefiero navegar con niños. Son más dóciles, aprenden rápido y se pasa bien con ellos. ¿O será que me gustan los niños?