martes, mayo 01, 2012

Travesía MMXII - 1 - Singladura 4 ¡y última!

Esta entrada es la cuarta y última de una serie que empieza aquí)

Un nuevo día en la Marina Internacional de Torrevieja a bordo del YULUKA.

La chiquillería no ha renunciado a pasar el día en el Mar Menor haciendo windsurf, lo que nos obliga a madrugar.

Desayunamos y zarpamos aunque alguno sigue durmiendo... ¡a las 9:45 de la mañana!


Es increíble el cambio de meteorología de un día para otro: ayer viento para regalar y hoy apenas una ligera brisa indeterminada. Habrá que izar la vela Volvo.

Vamos con el tiempo demasiado justo para llegar a la apertura del puente de El Estacio de las 12:00. Y más teniendo en cuenta que tenemos que hacer una parada técnica en S. Pedro del Pinatar y descargar dos tripulantes para que recojan el coche -que dejamos ahí hace tres días- y lo lleven al Tomás Maestre, dando todo el giro al Mar Menor.

Recordamos que el coche no arrancó el último día por problemas de batería, por lo que es posible que haya que empujarlo. Todos tendremos que desembarcar.

Hacemos el plan: atracamos en tiempo récord y salimos todos corriendo hacia el coche para que, en el caso de que haya que empujar, todos estemos disponibles. Una vez arrancado, damos media vuelta los cuatro que seguiremos por mar y ponemos rumbo al Canal de El Estacio. Y todo ello en menos de 5 minutos, so pena de tener que esperar a la siguiente apertura, a las 14:00, lo que nos supondría no poder disfrutar del windsurf por la tarde.

Así hacemos. Aún recuerdo la cara del marinero saltando al pantalán y viéndonos correr los 300 metros que nos separaban del aparcamiento, estilo Equipo A. Primer intento: el coche arranca a la primera. ¡BIEN! Todo el mundo a bordo de nuevo. 300 metros de nuevo, soltar amarras y vuelta a la bocana. La operación ha resultado fantástica pero la ETA nos da para las 12:10.

Cuando estamos acercándonos, no vemos más barcos para entrar, por lo que nos tememos que no nos dará tiempo. Preguntamos por radio y nos confirman que hay muchos barcos para salir y, como está previsto, el puente permanece abierto hasta que salga el último. Y llegamos. Aún nos sobra tiempo para regodearnos en el paso.

Atracamos. Nos dan la bienvenida los que concluyeron por tierra, que también han llegado sin novedad. 





Los adolescentes van a desfogarse con el optimist y los adultos a recorrer el Mar Menor a bordo del YULUKA, en una de esas navegaciones que crean afición: viento, mar y temperatura ideales. Vuelta a la Perdiguera



y regreso al Tomás Maestre a comer en la Cantina Chihuahua, tan entrañable como siempre.

Por la tarde, sesión windsurf y canoa. Me hicieron meterme en el agua, aunque no lo tenía previsto, hasta el atardecer.





Y despedida de La Manga con un arroz en caldero para quitarse el sombrero en el Mesón Murciano, con sus doraditas y todo.


Creo que el YULUKA ha logrado conquistar un grupo de nuevos adeptos a la navegación a vela. Ha hecho que la sal les corra por las venas y ya sabemos que eso es para siempre.



FIN
(de momento)

lunes, abril 30, 2012

Travesía MMXII - 1 - Singladura 3 ¿y última?

(Esta entrada es la tercera de una serie que empieza aquí)

Me encantan los amaneceres. Y en Alicante siempre son especiales.

Mientras duerme la mayoría, volvemos a mirar el parte.



Según dos de las previsiones, el viento será moderado e irá rolando a nuestro favor confome avance la jornada. Una tercera, en cambio, augura viento de proa, olas en aumento y rachas superiores a 30 nudos a partir de las 16:00 UTC.

La prudencia tiene que hacer que siempre consideremos la peor de todas. La Ley de Murphy también.

Tras un paseo matutino de la parte adulta de la tripulación, necesario para aprovisionar cuerpo y espíritu, volvemos a puerto y recogemos para soltar amarras.

La navegada de hoy comienza bien. Parece que se van cumpliendo los pronósticos más favorables y vamos atacando un ángulo aparente de 40º avanzando a 6 nudos, esta vez de GPS.

Varios veleros llevan una derrota similar a la nuestra, por lo que comienzan las típicas miradas desafiantes. "Todo velero que encuentra a otro en su derrota, acaba haciendo una regata inconsciente contra él" (Proverbio marinero).

El viento arrecia y nos olvidamos de los barcos que hay alrededor. De hecho, alguno ha cambiado el rumbo y ya no se ve. Además, el viento ha decidido venir justo desde nuestro punto de destino, por lo que nos vemos obligados a hacer bordos.

En el primer bordo a babor salta el nudo de la escota del génova, recién cambiada. Me voy a proa a rehacerlo y me cuesta trabajo por los latigazos. En ese momento, Josito se me acerca, le pega el abrazo del oso a la vela y me la deja quieta para que pueda anudar la escota a placer. ¡Gracias, Josito, te debo una!

Arreglado el desaguisado, las olas rompen en las amuras cada vez más fuerte. Lo que recibimos no son rociones, sino olas en toda regla. La ropa se moja y se seca varias veces, dejando el característico resto de sal que acartona el tejido.

Decidimos recoger un cuarto de génova. El viento sigue en aumento. Los bordos parecen no dar un resultado claro en el objetivo de avanzar a destino. Un par de rachas nos hacen patente que vamos pasados de trapo. Nos aproamos en la enfilación de Tabarca para enrollar un poco más de génova y poner dos rizos. Ese simple hecho hace que ganemos en velocidad y que demostremos que no por llevar más vela se va más rápido.

Sin embargo, el Cabo de Santa Pola, que ya a la venida se nos hizo larguísimo, parece que no se acaba nunca.

Cuando ya lo sobrepasamos, dejamos de estar a redoso de la Isla de Tabarca, con lo que parece que viento y olas han aumentado. La navegación no es especialmente agradable, pero nadie se queja.

Nos habíamos puesto como "hora de comer" el haber rebasado el Cabo de Santa Pola. Javi, que lleva ya un rato en cabina, mirándonos con cara de no entender qué hacemos fuera con la que está cayendo, prepara bocadillos a los sufridores de la bañera, quienes dan buena cuenta de ellos.

La ETA varía según el bordo pero es más que evidente que no llegaremos a la última apertura del puente. ¿Dónde pasar la noche? ¿S. Pedro? ¿Cabo Roig? ¿Torrevieja de nuevo? El aguante del cuerpo nos lo dirá. Apenas logramos pasar de 4 nudos en rumbo directo y es una navegación muy dura.

Poco a poco el esfuerzo va haciendo mella. No merece la pena seguir luchando contra quien sabes de antemano que es más fuerte y te puede y decidimos no pasar de Torrevieja. Al menos, tenemos la certeza de una ducha calentita ;-)

Y así es. Tras una lucha de más de ocho horas, llegamos a la Marina Internacional de nuevo. La ducha sabe a gloria y, tras la experiencia del Burger King de ayer, hoy vamos a darnos otro homenaje en el de Torrevieja sin prisas. Nos lo merecemos.

Balance del día: estamos todos, nadie se ha hecho daño, no se ha roto nada, nadie se ha mareado, estamos en puerto, hemos cenado... ¿Qué más se puede pedir?



(continúa)




domingo, abril 29, 2012

Travesía MMXII - 1 - Singladura 2

(Esta entrada es la segunda de una serie que empieza aquí)

Amanece en la Marina Internacional de Torrevieja. La noche ha sido tranquila y reparadora.

Poco a poco va despertando la tripulación. Todos dicen haber pasado una buena noche. Incluso los que ya venían de casa con problemas de espalda. Otra preocupación menos para el patrón.

Desayunamos y nos disponemos a zarpar. Lo primero que queremos es rellenar el depósito de combustible. Nos dicen en la Marina Internacional que la gasolinera es sólo para socios y que, de todos modos, siendo domingo, estaba cerrada.

Mientras la tripulación se organiza a bordo, me acerco a la gasolinera que había visto la noche antes, junto a Los Granaínos, con el contenedor para, al menos, asegurarme de que habrá cinco litros.

Soltamos amarras y lo primero que hacemos es acercamos a la Marina Salinas, a hacer gasoil. Mientras, los tripulantes se acercan para contemplar el submarino Delfín y hacerle fotos.


El depósito estaba prácticamente vacío. Es raro para el uso que le damos pero ahora ya vamos tranquilos de tener combustible para el resto del año.

Ahora sí, una vez realizado el repostaje, zarpamos. Rebasada la punta de Torrevieja, ponemos rumbo 30º N. El lebeche nos permite hacer buenas planeadas también hoy. No llueve y, en apenas dos horas, ya estamos a la altura de la Isla de Tabarca.

Lo estamos pasando bien. Hay un buen ambiente a bordo.

Los tiempos se van cumpliendo y vamos aprendiendo los pormenores de la navegación a vela.

Todos van pasando por el timón para comprobar que estar a la caña no es tan complicado como parece.

 













Como estaba previsto, la intensidad del viento va en aumento pero cuando arrecie ya estaremos en la Marina de Alicante.

Hemos elegido este puerto en lugar del RCR de Alicante, por su cercanía al casco histórico. La verdad es que ambos puertos tienen su encanto y el trato es exquisito en los dos.

Se nos ha dado tan bien, que a la llegada aún tenemos que esperar a que abran la oficina en el horario de tarde. Aprovechamos para dar un paseo por la sede de la VOR. Impresiona ver los barcos que han disputado las ediciones anteriores y que han quedado a modo de monumento.

Entre unas cosas y otras, no hemos tenido tiempo de comer. Nos damos cuenta cuando ya hemos dejado el barco en el amarre que nos han asignado. Como dice Iñaki, "haremos comida-merienda-cena y así ahorramos".

Y así es: vamos al Burger King de la Explanada de España (y porque no había otro sitio más cerca) y nos pedimos sendos menús gigantes con la promoción del Sandy gratis. Cuesta trabajo terminárselo pero el orgullo adolescente hace que no quede ni una patata frita.

Luego, paseíto por el centro y visita a la réplica del galeón Santísima Trinidad, que está por aquí. Impresionan las dimensiones. A bordo no se siente ningún movimiento. ¿O será que ya estamos marinizados?




Antes de dormir, oímos rugir el viento fuera. Menos mal que estamos a buen resguardo.

Planificando el día siguiente, nos cuestionamos las distintas posibilidades. La tripulación quiere un día de asueto en La Manga antes de volver a Madrid. Por lo tanto, si queremos llegar antes de la apertura del último puente de El Estacio, será necesario levantarse temprano: según la previsión, nos espera una jornada dura, con fuerte viento de proa.










(continúa)

sábado, abril 28, 2012

Travesía MMXII - 1 - Singladura 1

Nos disponemos a comenzar una travesía muy especial. Por un lado, porque la mayoría de los tripulantes nunca ha dormido a bordo de ningún barco (alguno confiesa que la experiencia más marinera que ha hecho ha sido en las barcas del Retiro, de Madrid); por otro, porque hace tiempo que el YULUKA no sale a navegar varios días.

Tenemos muchos planes y poco tiempo: Tabarca, Santa Pola, Cartagena, Alicante...

El primer inconveniente es que, aunque había intención de zarpar a primera hora de hoy, un imprevisto en los rodetes del sail drive nos obliga a una reparación de última hora, por lo que el barco, que ha pasado en varadero casi tres meses, aún tiene que esperar unas horas más antes de irse al agua.

No obstante, la espera permite que los grumetes recién enrolados aprendan o practiquen cómo hacer nudos.




Por fin, a las 13:00 se logra poner a flote y se vuelve a comprobar que el Principio de Arquímedes continúa siendo válido.

Esta inmutabilidad de las Leyes de la Física nunca dejará de maravillarme.














Estibamos el equipaje y enfilamos la bocana del Puerto de S. Pedro del Pinatar a eso de las 16:00. Había cierta prisa, porque la previsión meteorológica nos vaticinaba vientos de 35 nudos a partir de las 18:00 y queríamos que nos pillaran en puerto. ¿En cuál? El retraso nos hizo cambiar el destino deseado y, aunque los portantes nos hicieron volar hasta picos mantenidos de 9,8 nudos sólo con el génova desplegado, tuvimos que renunciar a llegar a Santa Pola, conformándonos con Torrevieja, donde llegamos a las 17:30. Poco tiempo para casi 10 millas.

Para los nuevos grumetes, la climatología no era de las que crean afición. A ratos llovía y había una cierta mar de fondo. Pese a ello, respondieron bien y antes de las primeras cinco millas ya intuía que nos íbamos a divertir durante todos los días restantes. No eran las condiciones que se sueñan cuando uno ve los anuncios que nos venden la náutica sin contratiempos y, aun así, decían divertirse. Una preocupación menos para el patrón.

Nos dieron amarre en una T de la Marina Internacional. El barco apenas se movía pese a la que estaba cayendo fuera.

Sin duda, lo que más agradeció la tripulación al llegar a puerto fue la posibilidad de una ducha caliente. En eso, este puerto tiene ventaja sobre otros. A continuación, un paseo por la ciudad, que la mayoría nunca había pisado anteriormente, la cena -obligada cuando se arriba a Torrevieja- en "Los Granaínos" (muy a mano del puerto y con género del que resucita a un muerto) y a la búsqueda de que la posición horizontal en cabina restituya las fuerzas, ya que las ilusiones permanecían intactas.

(continúa)

YULUKA's restyling


Hacía tiempo que el YULUKA necesitaba un lavado de cara. El "azul ducados" original había ido perdiendo consistencia y daba sensación de dejadez. Pensábamos que, con un pulido, el color quedaría uniforme y no fue así: el efecto del sol había hecho estragos. Además, las cintas blancas estaban dañadas por el paso del tiempo.
Aprovechando su visita al varadero, lo hemos sometido a un cambio de look, dándole una imagen más seria. El resultado se puede ver en las siguientes fotos:
 
Unos vinilos en distintos azules, para combinar con el bimini y el lazy bag y otros en blanco que, aunque ya teníamos hechos, nunca se los habíamos llegado a poner, para darle un toque de gracia.












Ahora parece recién salido del astillero, con una imagen actual. ¿Os gusta?

domingo, agosto 08, 2010

Travesía de verano MMX - 4



Amanece de nuevo. ¿Por qué cada amanecer resulta tan evocador? ¿Quizás porque cada uno es original, único?

Tras la movida nochecita hay que tener mucha fe en que el parte va a acertar. El pronóstico de una media de 8 nudos de viento y olas de menos de 1 metro hacen que no haya motivos para no reanudar nuestra travesía hacia el Norte.

Arranchamos todo y nos disponemos a soltar amarras. Una vez fuera del puerto llamamos al CN El Campello, por si suena la flauta. Nos dicen que es imposible darnos amarre y que no reservan, por lo que decidimos seguir hasta Villajoyosa. Por radio, una y otra vez no hay respuesta.

Proseguimos viaje, pensando que quizás el Cabo Huerta hace de pantalla e impide la comunicación.

Una vez librado, volvemos a intentarlo y esta vez nos responden del Club Náutico La Vila diciéndonos que tienen sitio pero que no reservan, que llamemos cuando estemos más cerca.

Apenas se ven embarcaciones en todo el horizonte, por lo que no parece que alguien se nos vaya a adelantar y optamos por disfrutar de la navegación.

Aun así, no perdemos la vigilancia para comprobar que ninguna se dirige hacia Villajoyosa. Hace un día precioso y mientras unos van tumbados, otros comprueban la progresión en la carta y otros se turnan a la caña. Apenas hace viento y el poco que llega es de proa. Dejamos la mayor fuera, aunque es testimonial.












Apetecería fondear para pegarse un baño pero no sabemos si existe riesgo de que se nos adelanten y nos pisen el amarre, por lo que decidimos seguir a destino.



A 3 millas de la bocana, volvemos a llamar al CN La Vila y nos vuelven a responder lo mismo: que no reservan hasta que no estemos en la bocana. "Pero si nos están viendo, si no hay nadie más...". Pero no, normas son normas. Es un poco desconcertante, porque si te dicen que no hay, pones rumbo hacia otro sitio y, si les aseguras que vas a ir, mucha mala leche has de tener para no ir y no avisar.

Comprendemos que el puerto es pequeño, uno pesquero reconvertido, y apenas tiene instalaciones, aunque el pueblo, con sus casitas de colores, y el entorno son de lo más entrañable.

Nada más saltar al pantalán, el mayor de los peques hace la observación de que tiene el dedo gordo de uno de los pies hinchado. Quizás se le infectase el día anterior con un corte en la playa. Al menos, eso parece. Ante la posibilidad de que vaya a más, decidimos llevarlo a que lo vea un médico cuando terminamos de comer, por lo que la madre lo lleva al hospital (por cierto, moderno y grande) mientras el padre se hace cargo del resto.

El diagnóstico final es: da igual el motivo, que se tome antibiótico y se le pasará la infección.

En nuestra línea de cenar temprano, nos vamos a un italiano que después se llenó a rebosar. Tan familiar como recomendable.

Mañana seguiremos ruta.

La enana decide dormir en el salón con su hermano, por lo que se le van agotando las posibilidades de dormir con alguien nuevo cada noche.

Vamos tomando las medidas del espacio. Cada vez nos sentimos mejor a bordo y el cansancio hace que cada noche durmamos mejor.

Y así lo vi(vi)ó "la competencia":






sábado, agosto 07, 2010

Travesía de verano MMX - 3




Amanece en la Marina de Alicante. El parte nos da la razón en quedarnos en puerto. Como ya teníamos previsto un día de descanso, no nos supone un problema.

El viento, las olas y los chirridos de los pantalanes flotantes durante toda la noche hacen pensar que hoy habrá mar de fondo.

Nos ponemos los bañadores y cogemos lo necesario para pasar el día de playa. Como es sábado, evitaremos El Postiguet, donde seguramente habrá que pedir sitio para poder extender la toalla, del colapso. El año pasado fuimos a Muchavista y nos gustó tanto que queremos repetir.
Son las 10:48. Nos acercamos a la taquilla del trenet en Puerta del Mar.

Hay cola y trato de sacar un bono de 10 en el expendedor automático. Lo máximo que me da con tarjeta son 9 individuales y no me aplica la tarifa de descuento. Trato de anular los billetes que he solicitado (y por dos veces, porque parecía que se había bloqueado la máquina), pero salen los 18 billetes (y me los carga en la VISA). Para intentar hacer la devolución y como no tengo ni idea de cómo funciona el trenet ni los horarios, decido esperar la cola tranquilamente. Tampoco sé si los niños pagan, desde qué edad, si podría acceder a un bono de 10 con relativa facilidad y sin morir en el intento...
A las 10:58 me toca el turno. Me atiende un bigotes que parece que no hubiera tenido una satisfacción en su vida. Me aclara que los billetes son sólo de ida, que para la vuelta son diferentes. Cuando estoy preguntándole a partir de qué edad pagan los niños, da media vuelta, se sale de su garito y se pira. No había nadie que lo sustituyera. Mi cara de tonto sólo debió de cambiar cuando uno de los niños me dijo: "Papi, ¿qué le has dicho para que se vaya tan triste?".
No entendía nada. Pensé que le había dado un apretón y decidí esperar. Pero a los 5 minutos comprendí que la espera no tenía sentido y traté de buscar información escrita. Encontré un cartel donde ponía que a las 11:00 empezaba una huelga los fines de semana (¡qué puntual el bigotes, a las 11:00:00,00 dejó su puesto). Sólo había servicios mínimos y el siguiente tren llegaba 40 minutos más tarde.

Ahora sí que me quedé con cara de idiota: con 18 billetes que no sabía si servían para algo y en mitad de la estación.
Con la complicidad del taquillero, que seguía sin volver ni, por tanto, atender a "su" público, empecé a ingeniármelas para colocar los 18 billetes entre los aspirantes a viajero. Con mi labor de relaciones públicas (el que tuvo, retuvo) uno a uno fui vendiendo los billetes: dos alemanes, tres italianas, una pareja de ingleses y el resto de sudamericanos, "para el tren de las 11:40" les decía mientras pensaba para mí que como no llegara el tren eran muchos como para evitar el linchamiento.

Cuando me quiero dar cuenta, se están haciendo publicidad entre ellos: "no, no hay taquilla, pero este chico te vende un billete". Y así acaban hasta el último billete. Pienso que si todo sale bien les he hecho un servicio y me ha servido para sacar dinero del cajero, que me venía bien.

Cuando ya voy a volver al expendedor automático a sacar nuestros cinco billetes (en realidad, no necesitábamos más que cinco), aparece mi amigo el bigotes y le pregunto si me puede vender un bono de 10, lo compro con las moneditas que he recibido de la concurrencia (creo que tengo más dinero del que pagué) y nos encaminamos al andén.

Con el trasbordo de rigor, nos ponemos a buscar por la ventanilla la primera playa que nos guste. ¡Carrabiners!. Nos bajamos y nos dirigimos a la orilla.

Mientras hacemos castillos en la playa, en varios momentos del día recibo saludos de gente que, paseando por la arena, me reconoce como "el vendedor de billetes del trenet". Vaya. La popularidad que uno busca cuando está en un sitio desconocido.

Cuando ya nos hemos hartado de correr olas en la playa, y habiéndonos asegurado de no coger el trenet de vuelta más tarde de las 18:00, en que volvían los paros, regresamos al puerto.

Un día lleno de anécdotas para recordar y habiendo aprendido el oficio de taquillero, por si vienen malos tiempos.

La verdad es que seguía habiendo olas y donde mejor podíamos estar era en puerto. Tras un arroz como sólo lo saben preparar en Alicante, nos fuimos a dormir a bordo del YULUKA. La peque, como decía que le tocaba dormir con su hermano mayor, hizo frente de pelirrojos y a su camarote se fue... hasta el día siguiente.

A media noche me alegré de dormir en la bañera, porque al barco de al lado se le habían amollado las amarras y estaba golpeando contra el pantalán. Las afirmé y, viendo las barbas del vecino cortar... Sigo pensando que no es normal que todo se mueva tanto en un puerto. Esos pantalanes flotantes...

Aunque no fue un día "náutico", también la cronista redactó su bitácora particular.


viernes, agosto 06, 2010

Travesía de verano MMX - 2



El amanecer en Marina Miramar es estupendo. Siempre lo es.

Largamos amarras temprano, para que nos dé tiempo a ir a la playa por la tarde en Alicante. Tenemos previsto pasar un par de días para disfrutar de la ciudad.

Salimos con un viento de proa que, hasta librar el Cabo, nos obliga a hacer un par de bordos. En uno de ellos, sufrimos la primera de las dos pérdidas de la travesía: una de las manivelas de los winches acabó en el agua. Es amarilla y de plástico, con el mango azul, por si alguien la encuentra ;-)

La vista de la Isla de Tabarca nos trae los buenos recuerdos de la última travesía de Semana Santa.

Con un través llegamos a la bocana del puerto de Alicante. Cuando estuvimos la última vez, el año pasado, un amigo nos dijo que nos habíamos equivocado eligiendo el RCR de Alicante y nos sugería, para la próxima, ir a la Marina de Alicante. Así lo hacemos: pedimos amarre y nos dicen que, antes de nada, hay que abarloarse al muelle de espera y hacer papeles. Nos indican el punto que deberemos ocupar y nos dirigimos hacia él.

Para nuestra sorpresa, todos los pantalanes son flotantes y chirrían por todas partes. Entre esto y la cercanía de los locales de copas, intuimos que la noche será larga. Al menos, estamos más cerca de la playa que en el RCR. Algo es algo.

Cogemos bocatas para comer y, sombrilla en ristre, nos encaminamos hacia la playa de El Postiguet. Como siempre, estaba llena de gente y con olas, lo que hace la delicia de chicos y grandes. Es una playa divertida, la verdad.

A la vuelta nos pegamos una ducha y nos preguntamos qué razones habría para recomendarnos este puerto. Las duchas son muy escasas para la demanda que hay. Lo hacemos saber en la oficina del puerto y nos dicen que hay otras cuyo acceso es mediante llave codificada que, si queremos, y que podemos usarlas previo pago de la fianza. Lo hacemos y algo mejora, pero no lo suficiente como para recomendar el puerto.

La chica de la oficina, además, muy amablemente nos comenta que el punto que nos han concedido es el más ruidoso del puerto ("y ya es decir" pienso para mis adentros) y nos sugiere cambiarnos, cosa que le agradecemos. Aunque ya estábamos duchados y "guapos" (dentro de los límites obvios), nos dedicamos a cambiar el barco.

Un poco mejora pero, la verdad, eso de pantalanes flotantes, con el levante que se estaba levantando (valga la rebuznancia), hace que el barco se mueva mucho. El acceso al velero se hace mediante finger, pero yo sigo prefiriendo cómo sujeta un buen muerto a proa.

Suerte que somos de "buen dormir", porque el chunda chunda de la noche termina pasadas las 6 de la mañana.

La peque decide dormir de nuevo con su hermana, aunque rezongando.

Y así lo vio la narradora de excepción: