sábado, noviembre 11, 2006

Navegación con niños en un día con calma

Hoy ha sido uno de esos días que permiten hacer una navegación alternativa. Salimos a navegar, sacamos velas y vimos que se hinchaban al revés. La velocidad del viento era de menos tres nudos en cualquiera de las direcciones, por lo que decidimos recoger trapo. Así, convertidos en una familia de tractoristas no quisimos dar la salida por perdida, y comenzamos a investigar. Era el día en que la recién llegada a la familia cumplía un mes fuera de su madre. Y nos permitió darnos cuenta de que el barco tiene más literas de las que nos dijeron cuando nos lo vendieron
Aunque ella prefería estar fuera, que si el cambio climático supone poder tomar el sol en pleno mes de noviembre en la bañera, bienvenido sea y que nos quiten lo bailao.
Mientras, sus hermanos mayores alternaban momentos de instrucción turnándose a la caña ...













con otros más lúdicos
...y otros de relax
Por cierto, no existe ropa náutica para bebés . Aunque eso de que en pleno mes de noviembre, en Europa, nos llegue a sobrar todo tipo de ropa navegando...

martes, octubre 31, 2006

YULUKA


YULUKA

Estar de acuerdo en todos los planos.
Estar en equilibrio y armonía con la madre naturaleza.
Permanecer con el espíritu sano.
Respirar sabor a tierra, a agua, a aire.
Abrazar el fuego y el humo.

Yuluka es hacerle la ofrenda a la madre tierra
y al universo en general.

Es cantarle a los ancestros que descansan en las piedras
y es dialogar con el alma de las plantas.

Es interpretar al amigo rayo, al viejo temblor,
la anciana brisa y al poderoso huracán.

Es tener ordenado el pensamiento
y el territorio sagrado de nuestras energías

Yuluka simplemente es vivir como hermanos
con todos los seres del planeta.

Es tan sólo ser una gran kankurua con la puerta abierta
donde quepan en paz todos los seres de la tierra.

Kaso Kaku Busintana

viernes, agosto 11, 2006

Y cruzamos el puente…


Es 11 de agosto de 2006, festividad de Santa Clara de Asís (un ejemplo de cómo vivir en y con lo esencial a pesar de que podía haber optado por lo contrario). Por primera vez vamos a cruzar el puente de El Estacio en velero.

Está todo previsto para salir en el puente de las 12 de la mañana. Para ello, por prudencia, hemos llegado al barco a las 11:20. Ayer, a la salida, se nos enganchó la guía a la pala del timón y al eje de la hélice y nos tocó bucear para desenredarla, lo que nos retrasó la salida un rato. Ya nunca más nos volverá a ocurrir pero, por si acaso…

Efectivamente, nos sobra tiempo. A las 11:30 ya estamos en el canal de salida. Aún tenemos que esperar media hora, que empleamos en observar al resto de los barcos. ¡Qué bonito es este mundo! El tiempo pasa volando y, de repente, por el canal 9 se oye: “Aquí torre de control del puente de El Estacio, se va a proceder a la apertura”.

En un precioso desfile, veleros de distinto porte, todos ellos majestuosos, van cortando las aguas. Unos, hacia el Mar Menor. Otros, hacia el Mediterráneo. En sus cubiertas, tripulantes con cara de felicidad…

Y llegamos bajo el puente. Parece mucho más grande desde abajo. Por arriba, los coches parados y sus pasajeros que se han bajado a mirar y a saludar a los barcos que pasan. ¡Que pasamos! No hace tanto tiempo, nosotros éramos de ésos. Por eso, comprendemos bien los gestos de sus caras mientras nos miran. Y les saludamos. También a nosotros nos gustaba que nos saludaran los barcos cuando les veíamos pasar…

Por fin, cruzamos el puente. Y todas las balizas del canal, hasta la última. Y vemos el horizonte. El infinito. Y se nos abre el alma… ¡Qué distinto es navegar por mar abierto!

Está revuelta la mar. Las olas rompen contra la amura salpicándolo todo, pero YULUKA sigue adelante, hendiendo las aguas, cual guerrero que, blandiendo su espada va apartándose de los enemigos que le impiden avanzar.

Y nosotros estamos tranquilos. YULUKA nos protege.



sábado, agosto 05, 2006

Navegar con niños


El motivo principal por el que buscábamos un barco como éste, con tres camarotes, es por el número de miembros que componen nuestra familia.

Es cierto que navegar con niños te limita, pero también te permite disfrutar de otras muchas cosas. Al que no lo haya probado, le invito a que lo haga, pues es muy interesante y satisfactorio.

Para empezar, hay que tener cuidado con la seguridad. Cuando las condiciones no son buenas, todos a la bañera y bajo control. Cuando son malas, todos adentro.

Por otro lado, hay que prever entretenimientos, ya que los niños tienden a aburrirse si están con la misma actividad más de veinte minutos seguidos. Juegos, canciones y cuentos son muy adecuados y dan pie a conversaciones que, en otro entorno, no se tendrían.

También baños de vez en cuando, que les permiten moverse, que es lo que les gusta, y quitarse el calor.

Lógicamente, también se les pueden dar trabajos adecuados a su tamaño y preparación: poner y quitar las defensas pequeñas, ponerse a la caña en rumbos que lo permiten, pulsar los botones de los aparatos electrónicos… Pero sin olvidar que el patrón es el responsable de todo lo que sucede a bordo, lo haga quien lo haga.

Hay que estar atentos al clima, ya que son más vulnerables al frío o al calor. Y no rozar el límite en las distintas situaciones, ya que fácilmente les puede dar por jugar a meterle un dedo en el ojo al que lleva la caña, por poner un ejemplo, y pasar así un rato.

Pero, en definitiva, si me preguntan, prefiero navegar con niños. Son más dóciles, aprenden rápido y se pasa bien con ellos. ¿O será que me gustan los niños?

lunes, marzo 27, 2006

¿Lo hago?

He venido solo a pasar el fin de semana en el barco. Había que limpiarlo a fondo y hacerle algunos arreglillos: demasiado tiempo en manos de alguien que no lo cuidaba.

Es viernes. Llego y me pongo manos a la obra. Primero, la cubierta. ¡Cuánto polvo y tierra puede llegar a acumular una cubierta! Pero hoy no sólo la baldearé. La voy a dejar reluciente.

Cepillo y frasco de Fairy en mano y a frotar y frotar. ¡Qué agradecido es! En poco tiempo recupera su blanco original y se le van las manchas.

A continuación, el interior. Conforme voy abriendo tambuchos me doy cuenta de todo lo que me falta. Y no sólo en cuestión de limpieza, sino cosas por arreglar o mejorar. Pero no me importa: también esto es navegar. Sin darme cuenta, se han pasado las horas.

Ya es muy de noche. Demasiado tarde como para buscar un sitio en el que comprar algo para cenar. Miro lo que tengo y es suficiente como para quitar el hambre. Soy afortunado. No me falta nada. YULUKA me cuida y me voy quedando dormido, mecido por las olas y el susurro del viento cortando los obstáculos que el puerto pone a su paso…

(…)

Amanece temprano. Me despierto encantado de haber dormido toda la noche de un tirón. Mientras desayuno, hago la lista mental de prioridades y me pongo manos a la obra.

Como siempre a bordo, el tiempo vuela. Siempre es demasiado escaso. Me doy cuenta de que se ha pasado la hora de comer por los crujidos que provienen de la barriga. Me preparo algo y, mientras como, me doy cuenta de que empiezo a estar cansado. Cuando termine, me echaré un rato a recuperarme.

Como el último bocado, recojo todo y me viene una duda: ¿y si… suelto amarras? Tengo dos opciones: dormir la hora que tengo o emplear ese tiempo en navegar. Evidentemente, la elección es fácil y, antes de darme cuenta, estoy saliendo del puerto. Es mi primera vez solo, mi tercera vez en un crucero. Quizás sea una locura, pero ahí estoy: sin preparación ni titulación, disfrutando de la navegación a vela. Y es fácil. En lo que me siento menos preparado pongo más calma y dedicación.

Saco velas, paro motor… ¡Qué delicia! Mi música favorita, la que me estaba acompañando en las tareas de limpieza, me sobra. Entro y la apago. ¿Qué mejor melodía que los compases de las olas chocando contra el casco y los silbidos del viento? Sinfonía en sol mayor para viento y percusión, por… (me pregunto quién es capaz de componer algo así y siento que es algo tan sublime que no hay más que Uno que pueda hacerlo).

Pero hay que interrumpir para seguir con la otra tarea. Duele. Siempre duele perder el Cielo. Pero cuando se pierde por amor, se encuentra un Cielo mayor.

Llego a puerto y, el amarre, perfecto. No hay nada mejor que sentirse incapaz para poner empeño en hacer las cosas. Ojalá esa actitud me dure cuando lleve miles de millas navegadas.

Por supuesto, ha sido más provechosa esa hora fuera de puerto que si la hubiera pasado durmiendo. Siempre es así.

Retomo la actividad hasta que se empieza a hacer de noche. Esta puesta de sol no me la pierdo. Salgo del barco y, conforme el sol va perdiendo fuerza por el horizonte, hago balance del día. ¡Qué felicidad!

Segunda noche a bordo. Aún mayor compenetración. La mañana la dedico a dejarlo “casi” perfectamente limpio (¿se puede llegar a dejar un barco perfectamente limpio?). Se siente cuidado y me gusta. Pasa el rato y llega el momento de la separación. Fastidia dejarse, pero ahora somos más el uno del otro.

Y así transcurre el primer fin de semana a bordo de YULUKA.